
Con su excavadora, Modesto Alcolea pasaba largas horas al aire libre. El viento, la lluvia, pero también el sol, le acompañaban cada día sin saber que le iban a jugar una mala pasada. Un lunar despertó la sospecha en su mujer “porque ella vio que un día sangraba” y el dermatólogo les confirmó que se trataba de un melanoma avanzado con metástasis en hígado y pulmones.
En ese momento, comenzó el duro trabajo de superación de Modesto. “Me lo pusieron mal y tuve que dejar de trabajar. Se me vino el mundo encima porque para mí el trabajo era mi pasión. Me gustaba tanto lo que hacía que trabajaba hasta en vacaciones”.
Inmunoterapia, la revolución del cáncer
Modesto fue derivado desde Logroño, donde reside, a la Clínica Universidad de Navarra donde, tras analizar su caso, comprobaron que disponían de un ensayo clínico para él. Consistía en la administración de un fármaco inmunoterápico, vía intravenosa de manera ambulatoria, con el que tuvo una mejoría transitoria. Animado por el resultado, Modesto decidió participar en un segundo ensayo clínico con otro agente inmunoterápico. La tolerancia a la medicación fue buena, pero la extensión y la agresividad de la enfermedad hicieron necesario realizar algunas intervenciones, recuerda Modesto, que tuvo que afrontar los peores meses su vida. Al inicio del tratamiento “estaba tan mal que tenía que ingresar cada dos meses, pero afortunadamente las metástasis se redujeron en número y tamaño hasta que solo quedó una lesión en el hígado que los especialistas de la Clínica recomendaron operar”, añade.
Tras varias semanas de recuperación, el riojano fue asistiendo a su propia recuperación. Cada quince días, acudía a su cita en el Hospital de Día de la Clínica Universidad de Navarra, donde recibía el fármaco inmonoterápico. “Es una pasada, al poco tiempo de tomarlo, yo veía que me encontraba bien. Me hacían escáneres y los resultados eran cada vez mejores. Por eso, para mí, entrar en el ensayo fue como tocarme el gordo de la lotería”.
Mejor evitar el sol
En la actualidad, Modesto vive junto a su mujer y dos hijas “mirando el día a día” y disfrutando de su pueblo natal, Villoslada de Cameros (La Rioja), donde da largos pasados hasta Ermita de la Virgen de Lomos de Orio, eso sí, siempre evitando el sol. Asegura que se encuentra “normal” y ya no precisa tratamiento.